Asociacion Alabarda
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Introducción
Sonido de trompetas a la carga. El sempiterno 7º de Caballería comandado por un intrépido Custer, (el tiempo pondría a cada cual en su sitio, pero no era tiempo para la Historia,) que acudía siempre presto en el momento crucial de la peli de sábado a la tarde. Cuando ir al cine no era ir de picnic y el oscurecerse las luces nos abría la puerta a un mundo todavía mágico.
Fue mi padre el que me abrió las puertas a ese universo. En él todos soñábamos con ser uno de aquéllos intrépidos colonos a la conquista del oeste o mejor aún uno de los impecables soldados vestidos de azul, vivo del pantalón y pañuelo amarillos que siempre acudían salvadores lanzados al galope entre los vítores de la caravana, y los nuestros, sitiada por los indios malhechores, seguía sin ser momento de ajustar cuentas con la Historia…
Fue también de mi padre de quien adquirí el placer por la lectura. Lectura sencilla, sin pretensiones, incluso denostada, pero que, como siempre he defendido, tenía algo que ofrecer. Cualquier libro, cualquier novela una vez abierta se convierte en escuela de la que aprender y las novelas de Marcial Lafuente Estefanía fueron ese primer contacto con la lectura más allá de la escuela.
Somos la generación de la escuela, que no del colegio, del maestro que no del profesor y por supuesto de las pelis de vaqueros e indios que no del Oeste.
Es por eso que en cuanto vi esta figura de Andrea, me vino a la cabeza la imagen de “Jon Baine”, así le llamaba él, mi padre, en La Legión Invencible.
Esta película, la segunda de la Trilogía de la Caballería de John Ford, junto con Fort Apache y Río Grande es, para mí, una muestra perfecta del universo “fordiano”. La imagen del soldado de frontera. Su forma de vida, recogida a la perfección en toda la colección de personajes… Los guiños continuos a esa realidad de la época en la que convivían soldados de la Unión y Confederados (ya vencidos). La imagen de las mujeres cosiendo con retales la bandera sudista para el funeral de un soldado es impagable… El recurrente Sargento Quincannon… Todos estos detalles y muchos más hacen de estas películas algo más que películas de vaqueros. Claro que eso lo apreciamos ahora, desde la madurez de los años transcurridos y cuando nos ponemos “exquisitos”. Cuanto mejor quedarnos con “una de vaqueros” en la que seguimos esperando el metálico sonido de la trompeta tocando a la carga.
Por esa herencia recibida tuve claro que con esta figura quería rendir homenaje no sólo a John Ford sino a mi padre que todo me lo dio aunque no tuviéramos el tiempo suficiente para disfrutarnos.
La Figura
La figura de Andrea, en 54mm, representa fielmente la pose del Capitán Nathan Brittles en el momento en que durante los primeros minutos del metraje de la película sale de sus aposentos al patio de Fort Starks.
De cara a enmarcar todavía más el momento, decidí ambientar la figura con una porción de la fachada de la casa que aparece en la película.
Para ello utilicé una plancha fina de Das Pronto que tenía de algún proyecto anterior en la cual grabé con un punzón las piedras y la pegué sobre cartón pluma.
Unos listones de madera de balsa sirvieron para dar forma al tejado, vigas, puerta…
Para el suelo, la socorrida corteza de pino y nuevamente Das Pronto para rellenar y fusionar todos los elementos. Sobre la corteza, en la zona del suelo, añadí una ligera capa de arena y piedritas para simular el terreno reseco, casi desértico que se puede apreciar en la película.
Decidí hacer un escenario “asteroide” término acuñado por mi buen amigo y maestro Víctor Sanz-Yrazu que permite jugar más con todos los puntos de vista al eliminar los cortes que marcan las dimensiones de la peana.
La pintura de todos los elementos del escenario la he realizado con acrílicos para marcar los volúmenes y luego con oleos, para fundir con mayor facilidad los diferentes tonos.
La pintura de la figura la realicé con oleos acelerando los tiempos de secado con una caja de secado, hecha con contrachapado y una bombilla de incandescencia en su interior.
Ningún secreto a la hora de pintarla, se puede hacer con todo montado salvo el capote que lo pegué con la imprimación acrílica cuando ya había pintado el resto de la figura para trabajarlo con el óleo en su posición final.
Tras ello sólo faltaba añadir la mano izquierda con el sable y listo, nuestro Nathan Brittles está listo para ser colocado a la puerta de su alojamiento.
Txusmari Sainz
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Mi infancia son recuerdos del sonido de trompetas.
Sonido de trompetas a la carga. El sempiterno 7º de Caballería comandado por un intrépido Custer, (el tiempo pondría a cada cual en su sitio, pero no era tiempo para la Historia,) que acudía siempre presto en el momento crucial de la peli de sábado a la tarde. Cuando ir al cine no era ir de picnic y el oscurecerse las luces nos abría la puerta a un mundo todavía mágico.
Fue mi padre el que me abrió las puertas a ese universo. En él todos soñábamos con ser uno de aquéllos intrépidos colonos a la conquista del oeste o mejor aún uno de los impecables soldados vestidos de azul, vivo del pantalón y pañuelo amarillos que siempre acudían salvadores lanzados al galope entre los vítores de la caravana, y los nuestros, sitiada por los indios malhechores, seguía sin ser momento de ajustar cuentas con la Historia…
Fue también de mi padre de quien adquirí el placer por la lectura. Lectura sencilla, sin pretensiones, incluso denostada, pero que, como siempre he defendido, tenía algo que ofrecer. Cualquier libro, cualquier novela una vez abierta se convierte en escuela de la que aprender y las novelas de Marcial Lafuente Estefanía fueron ese primer contacto con la lectura más allá de la escuela.
Somos la generación de la escuela, que no del colegio, del maestro que no del profesor y por supuesto de las pelis de vaqueros e indios que no del Oeste.
Es por eso que en cuanto vi esta figura de Andrea, me vino a la cabeza la imagen de “Jon Baine”, así le llamaba él, mi padre, en La Legión Invencible.
Esta película, la segunda de la Trilogía de la Caballería de John Ford, junto con Fort Apache y Río Grande es, para mí, una muestra perfecta del universo “fordiano”. La imagen del soldado de frontera. Su forma de vida, recogida a la perfección en toda la colección de personajes… Los guiños continuos a esa realidad de la época en la que convivían soldados de la Unión y Confederados (ya vencidos). La imagen de las mujeres cosiendo con retales la bandera sudista para el funeral de un soldado es impagable… El recurrente Sargento Quincannon… Todos estos detalles y muchos más hacen de estas películas algo más que películas de vaqueros. Claro que eso lo apreciamos ahora, desde la madurez de los años transcurridos y cuando nos ponemos “exquisitos”. Cuanto mejor quedarnos con “una de vaqueros” en la que seguimos esperando el metálico sonido de la trompeta tocando a la carga.
Por esa herencia recibida tuve claro que con esta figura quería rendir homenaje no sólo a John Ford sino a mi padre que todo me lo dio aunque no tuviéramos el tiempo suficiente para disfrutarnos.
La Figura
La figura de Andrea, en 54mm, representa fielmente la pose del Capitán Nathan Brittles en el momento en que durante los primeros minutos del metraje de la película sale de sus aposentos al patio de Fort Starks.
De cara a enmarcar todavía más el momento, decidí ambientar la figura con una porción de la fachada de la casa que aparece en la película.
Para ello utilicé una plancha fina de Das Pronto que tenía de algún proyecto anterior en la cual grabé con un punzón las piedras y la pegué sobre cartón pluma.
Unos listones de madera de balsa sirvieron para dar forma al tejado, vigas, puerta…
Para el suelo, la socorrida corteza de pino y nuevamente Das Pronto para rellenar y fusionar todos los elementos. Sobre la corteza, en la zona del suelo, añadí una ligera capa de arena y piedritas para simular el terreno reseco, casi desértico que se puede apreciar en la película.
Decidí hacer un escenario “asteroide” término acuñado por mi buen amigo y maestro Víctor Sanz-Yrazu que permite jugar más con todos los puntos de vista al eliminar los cortes que marcan las dimensiones de la peana.
La pintura de todos los elementos del escenario la he realizado con acrílicos para marcar los volúmenes y luego con oleos, para fundir con mayor facilidad los diferentes tonos.
La pintura de la figura la realicé con oleos acelerando los tiempos de secado con una caja de secado, hecha con contrachapado y una bombilla de incandescencia en su interior.
Ningún secreto a la hora de pintarla, se puede hacer con todo montado salvo el capote que lo pegué con la imprimación acrílica cuando ya había pintado el resto de la figura para trabajarlo con el óleo en su posición final.
Tras ello sólo faltaba añadir la mano izquierda con el sable y listo, nuestro Nathan Brittles está listo para ser colocado a la puerta de su alojamiento.
Txusmari Sainz
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