Asociacion Alabarda
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Una vez terminada la serie de figuras que he modelado para mis compañeros de la asociación Alabarda basadas en el magnifico cuadro de Ferrer Dalmau “La marcha de Galvez”, me apetecía como colofón de tan inspiradora Serie y como agradecimiento a ellos, hacer un extra que estuviese relacionado con la época histórica del cuadro, pero que no fuese ninguno de los personajes que aparecen en el mismo.
Siempre me han llamado la atención las unidades de Granaderos, especialmente dentro del ejército español, pero también en otros países europeos , ya que las variaciones uniformológicas que este cuerpo ha tenido siguiendo unos patrones comunes, son fascinantes.
Así que, como en el cuadro no aparece ningún Granadero y como tampoco quería hacer otra figura entera que sería repetir un poco las que ya aparecen en el cuadro, pensé que un pequeño busto representando a un soldado de esta unidad de élite podría ser un bonito detalle.
En España, como en otros países europeos del momento, las unidades de Granaderos empiezan a surgir a mediados del siglo XVII, aunque hay indicios de su uso en épocas muy anteriores. Se puede decir que su autentico desarrollo “oficial” comienza ya en el siglo XVIII con la reestructuración que S. M. el Rey Felipe V introduce en el caótico ejército del final de los Austrias.
La función de estas tropas, que en aquel momento eran consideradas de élite, ya que se buscaba a los hombres mejor dotados físicamente, con buena estatura y cualidades dentro de los disponibles en cada regimiento no era otra más que durante los avances de la infantería en el campo de batalla, lanzar las granadas que portaban en la bolsa de costado y así conseguir que este avance fuese más efectivo y a la vez crear caos y desorden en las disciplinadas filas enemigas.
Al principio, los Granaderos en los distintos regimientos no llevaban el mismo gorro acandilado del resto de la infantería ya que entorpecía los movimientos de lanzar las granadas, por lo que se probó con diferentes gorros sin alas ni vueltas hasta que al final se optó porque usaran altos gorros de pelo, que además de hacerlos más altos no entorpecía su función. Estos gorros que aquí en España se confeccionaban con pelo de perro se caracterizaban y los hacía únicos el hecho de la larga manga que remataba y colgaba la parte trasera del mismo. Al principio esta manga era lisa y del color de la divisa del regimiento, posteriormente se fue haciendo más elaborada incluyendo filigranas vegetales bordadas y el escudo del regimiento.
Otra característica primigenia de los granaderos era el medio necesario para poder encender la mecha de las granadas. Al principio esto se solucionó con unas tiras de papel lija cosidas en las mangas y que eran ergonómicamente hablando ideales, ya que con una mano se sujetaba la granada y con la otra, se encendía el fósforo que prendería la mecha, en un corto espacio y sin muchos movimientos bruscos.
Con el tiempo esta forma de encender las granadas calló en desuso, pero estas tiras de papel se convirtieron en característica de su empleo y su nombre “sardinetas” decoró los uniformes de los granaderos durante siglos y cuando como unidad desapareció siguió viva como ejemplo de distinción de élite y como tal se adjudicaron a otras unidades en siglos posteriores, como los Cazadores de Infantería y la Infantería de Marina, la cual esta última todavía sigue luciendo en sus uniformes azules de gala.
En la época que nos ocupa, la forma de encender las granadas se hacia con el mechero que portaba el granadero en su bandolera. En el interior se introducían los pequeños carbones calientes con lo que se prendía la mecha.
Por lo demás, el resto del uniforme y equipo era similar al de la infantería de linea, incluido el mosquete y demás armamento.
El busto por tanto está modelado siguiendo lo aquí descrito para aquella época en concreto.
Las posibilidades de decoración del mismo son amplias, dado que partiendo que el uniforme de toda la infantería de línea era el blanco, los distintos regimientos se distinguían por su color de la divisa, presente en puños, cuello y ocasionalmente en la chupa. Así por ejemplo, el Regimiento León el collarín era encarnado; en el Murcia, azul; en el Sevilla, *****, etc. Por tanto, la manga del gorro iba del mismo tono.
El busto como tal fue modelado partiendo de una bola (literalmente) de masilla Epofer a partir de la cual se formó la cabeza de nuestro protagonista a una escala de 1:16 aproximadamente. Las únicas piezas que están modeladas aparte para facilitar las copias, son la manga del gorro y la pipa.
Como es habitual, agradecer a todos los compañeros de la asociación Alabarda la posibilidad de llevar a cabo esta serie de figuras, que este busto quiere ser digno colofón.
Agradecer especialmente las dos versiones de este busto que acompañan este articulo que salen de los geniales pinceles de Luis Sanz y Jose Manuel Flores.
Proceso de pintura del busto por Luis Sanz Larrey:
Antonio Meseguer
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Siempre me han llamado la atención las unidades de Granaderos, especialmente dentro del ejército español, pero también en otros países europeos , ya que las variaciones uniformológicas que este cuerpo ha tenido siguiendo unos patrones comunes, son fascinantes.
Así que, como en el cuadro no aparece ningún Granadero y como tampoco quería hacer otra figura entera que sería repetir un poco las que ya aparecen en el cuadro, pensé que un pequeño busto representando a un soldado de esta unidad de élite podría ser un bonito detalle.
En España, como en otros países europeos del momento, las unidades de Granaderos empiezan a surgir a mediados del siglo XVII, aunque hay indicios de su uso en épocas muy anteriores. Se puede decir que su autentico desarrollo “oficial” comienza ya en el siglo XVIII con la reestructuración que S. M. el Rey Felipe V introduce en el caótico ejército del final de los Austrias.
La función de estas tropas, que en aquel momento eran consideradas de élite, ya que se buscaba a los hombres mejor dotados físicamente, con buena estatura y cualidades dentro de los disponibles en cada regimiento no era otra más que durante los avances de la infantería en el campo de batalla, lanzar las granadas que portaban en la bolsa de costado y así conseguir que este avance fuese más efectivo y a la vez crear caos y desorden en las disciplinadas filas enemigas.
Al principio, los Granaderos en los distintos regimientos no llevaban el mismo gorro acandilado del resto de la infantería ya que entorpecía los movimientos de lanzar las granadas, por lo que se probó con diferentes gorros sin alas ni vueltas hasta que al final se optó porque usaran altos gorros de pelo, que además de hacerlos más altos no entorpecía su función. Estos gorros que aquí en España se confeccionaban con pelo de perro se caracterizaban y los hacía únicos el hecho de la larga manga que remataba y colgaba la parte trasera del mismo. Al principio esta manga era lisa y del color de la divisa del regimiento, posteriormente se fue haciendo más elaborada incluyendo filigranas vegetales bordadas y el escudo del regimiento.
Otra característica primigenia de los granaderos era el medio necesario para poder encender la mecha de las granadas. Al principio esto se solucionó con unas tiras de papel lija cosidas en las mangas y que eran ergonómicamente hablando ideales, ya que con una mano se sujetaba la granada y con la otra, se encendía el fósforo que prendería la mecha, en un corto espacio y sin muchos movimientos bruscos.
Con el tiempo esta forma de encender las granadas calló en desuso, pero estas tiras de papel se convirtieron en característica de su empleo y su nombre “sardinetas” decoró los uniformes de los granaderos durante siglos y cuando como unidad desapareció siguió viva como ejemplo de distinción de élite y como tal se adjudicaron a otras unidades en siglos posteriores, como los Cazadores de Infantería y la Infantería de Marina, la cual esta última todavía sigue luciendo en sus uniformes azules de gala.
En la época que nos ocupa, la forma de encender las granadas se hacia con el mechero que portaba el granadero en su bandolera. En el interior se introducían los pequeños carbones calientes con lo que se prendía la mecha.
Por lo demás, el resto del uniforme y equipo era similar al de la infantería de linea, incluido el mosquete y demás armamento.
El busto por tanto está modelado siguiendo lo aquí descrito para aquella época en concreto.
Las posibilidades de decoración del mismo son amplias, dado que partiendo que el uniforme de toda la infantería de línea era el blanco, los distintos regimientos se distinguían por su color de la divisa, presente en puños, cuello y ocasionalmente en la chupa. Así por ejemplo, el Regimiento León el collarín era encarnado; en el Murcia, azul; en el Sevilla, *****, etc. Por tanto, la manga del gorro iba del mismo tono.
Fuente: EuroUniformes
El busto como tal fue modelado partiendo de una bola (literalmente) de masilla Epofer a partir de la cual se formó la cabeza de nuestro protagonista a una escala de 1:16 aproximadamente. Las únicas piezas que están modeladas aparte para facilitar las copias, son la manga del gorro y la pipa.
Como es habitual, agradecer a todos los compañeros de la asociación Alabarda la posibilidad de llevar a cabo esta serie de figuras, que este busto quiere ser digno colofón.
Agradecer especialmente las dos versiones de este busto que acompañan este articulo que salen de los geniales pinceles de Luis Sanz y Jose Manuel Flores.
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Proceso de pintura del busto por Luis Sanz Larrey:
Antonio Meseguer
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